martes, 8 de mayo de 2007

Matutino

Me gusta escribir en las mañanas cuando la mente no se ha llenado de Ciudad. Mi hombre en su lado de la cama, mi perro que olfatea los bostezos por la ranura de la puerta del cuarto, mi vista a la Ciudad pero desde adentro. Escribir cuando todavía me pertenezco y cuando los sueños se exudan para posarse como brillo matutino encima de mi piel. Cualquiera que se acercase podría ver lo que soñé anoche como tatuaje de agua. Pero no hay alguien en ese preciso momento. Solo la hoja blanca y yo.

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