domingo, 11 de enero de 2009

Atreverme a ver que

En mi habita un fuego perenne, sabio por sí mismo, que con total y absoluta honestidad incendia a su paso todo lo que ya de por sí, quería arder. Fiera ígnea y contagiosamente alegre cuando ha comido. Agazapada y furtiva cuando ha de cazar. Águila, pantera, serpiente de ojos que afirman, preguntan e invitan con el mismo descaro, sin disculpas; que sonríen con la sonrisa y apuñalan con la ira. Centauro de cuerpo menudo, fuerte y voluptuoso. Afuera, siente y hace, adentro, suspendido, danza grácilmente en el océano profundo de existir.

Y así, voy por la vida con mi cuerpo de puta y mi mente de monje. Respiro. Pongo atención. Habito el vacío que me habita. Resplandecientemente busco, bailo, canto, beso como si mis labios fueran tu hogar, converso. Amo a mis amigos, elijo a mis hombres, escribo, hago objetos con las manos, siento compasión, me baño en la tina. Como fruta y pay de queso, bebo oporto y té de jazmín. Soy lo que soy y hago lo que puedo. Un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo dice Bukowski. Se destila por entre mi carne tajada.

Dulce engaño

Por qué esta desazón, por qué el vacío se escurre entre las manos.
Vida, ¿qué quieres de mi? Quizá nada y eso es lo que temo.
Me tomas, me ves directo a los ojos. Me dejas soñar que soy libre,
yo, que vivo del aliento de tu boca abierta como por arte de magia.
No importará saber qué quiero, cuando tus labios se cierren.

Lo siento

Por quererte, perdóname la vida.
Por dejar desierta tu cama cuando me habitas.
Por llenarte la boca de besos y dejarte las manos vacías.