martes, 21 de julio de 2009

El Amante. Hacerse uno

Para hacerse uno con el amante primero hay que saberse solo, irremediablemente partido, separado, humano. Flotando en el sinsentido, y haber llorado de desconsuelo y de felicidad. Para hacerse uno con el amante hay que dejar de ocultar las lágrimas, mudarse a vivir donde anidan las vergüenzas. No decir nada, no hace nada más que atestiguar la danza de los cuerpos. Pero sobre todo, para hacerse uno con el amante uno necesita, haber amado.

Pátzcuaro

Quiero decirte fortuna que me siento satisfecha. Quiero decirte que sí noto las estrellas, esas que parecen luces en un pino de navidad en pleno mayo cuando las ves a través de aquel árbol, el que me encamina hacia mi casa. Quiero también decirte que me percato del tiempo paralelo que me permites vivir ahora. Quiero susurrarte al oído: sé que me diste lo que pedí. Decirte fortuna que te siento, amante que clava su espada en la carne que conquista; y que algunas veces escucho a la luna de tus noches diciendo mi nombre en en un latido.

lunes, 20 de julio de 2009

Éxtasis

La bugambilia me lloró encima.
Me quedé parada, mojada de flores,
no supe consolarla.

Ola 288

Encuentro sin buscar. Me voy sin caminar. Dónde, dónde está el mar. Mi barca tiene un lugar.

La Elfa

Madrugar 2 veces por semana. Esa fue la consigna después de regresar al Bosque. Andar por ahí vagando había trastornado mis horarios tanto como mis ideas. Esta necesidad de ir y venir, de salir de los árboles aunque no sea seguro, me viene desde muy chiquita. Siempre quise ser guerrera, pero acá no hay guerras que pelear, así que voy por la tierra buscando pleito. En realidad no quiero encontrarlo. Sólo me interesa buscar.

Dos madrugadas harían el truco. Iría y regresaría en el lapso en que el abismo negro se convierte en el sereno de la mañana. Para todos en el Bosque nada habría pasado, y yo amanecería, pacíficamente exhausta, en mi cama.

Escena

Dios te salve María, dijo mientras vaciaba el cartucho del revólver en el cuerpo del hombre. Llena eres de Gracia, cuando se acercó a contemplar su rostro sin vida. El pasado la golpeó entera. El ultraje, la inocencia perdida, la promesa de venganza que hizo a este hombre ahora sin vida; no me mates, juro que rezaré por ti toda mi vida. Y lo cumplió.

La muerte le sienta bien. Los ojos le brillan más profundamente y aligeró la mueca que le acompañaba siempre. Eran las seis de la tarde.