lunes, 12 de abril de 2010

Es un vacío el que rodea al que crea. ¿Qué quiero decir?

El sinsentido es un sentido de infinitos lados, y cada lado se evapora apenas se vislumbra. En encontrar sentido estoy solo, peor aún, con la idea de mí mismo por compañía. Espectro amado, sin brazos.

sábado, 3 de abril de 2010

la que elijo como mi vida

marzo 2008

Ayer me cayeron muchos veintes, el más importante es el de la simplificación de nuestra vida.
O lo que es lo mismo, cómo vivir una vida sin expectativas más allá de un núcleo escencial.

Nosotros elegimos hacer lo que hacemos porque es valioso en sí mismo: el placer de estudiar con un acompañante, de cantar-actuar, de pararse en un escenario y ser parte de una ficción. Emociones que queremos sentir por el simple hecho de sentirlas. Ese es en sí mismo un círculo sagrado, el núcleo de un sol que gira en sí mismo.
De ese sol salen y entran estelas (mis deseos, los de los demás, la circunstancia, la suerte...) hacia un sin fin de lugares posibles: países, directores, reconocimiento, premios, mega proyectos, el Met... la gloria!

Sin embargo, el estallido glorioso no es quehacer del núcleo sino de las energías que lo rodean. Después del estallido, el núcleo regresa a sí mismo. La gloria es un estado impermanente.

Pensaba en ese núcleo escencial al cual regresar...

Hasta hoy para mi, el núcleo consiste en el cuerpo, en cuidarlo como nuestra mothership para poder sentir nítidamente este mundo. Respirar, comer y dormir bien, estar sanos.
Consiste en amar, en mi hogar en ti, tu hogar en mi, móvil, lígero. Consiste en los amigos y las conversaciones de vida. En los desayunos de waffles y las cenas de cariño.
Y por último, nuestro núcleo consiste en descubrir el mundo: cantando, actuando, viajando, leyendo, viviendo, ahí, desde el sol que cada uno es.

Descubrirlo, no cubrirlo con expectativas.
Observarlo con los ojos abiertos y limpios con los que nacimos;
imaginarnos nuestro deseo como un sueño,
y dejar que la vida nos sueñe a nosotros.



Tendría que haber una palabra mágica que nos recuerde nuestro estatus de exploradores del mundo cada vez que el deseo nos penetre el alma de angustia, de decepción. Un hechizo que nos recuerde que es solo una película, la vida, nuestra película que se teje con la de otros... conjuro de paz y gozo... ven a Nosotros.

Amén.

La foto encuerados

97 mayo 2007
Anoche no dormí bien. En el fondo de mi inconsciente mascullaban las voces
incrustadas de pudor y me decían, ¿a poco te vas a encuerar en el Zócalo?
Las escuché y las deje irse como llegaron. Aún así mi sueño fue ligero y
entrecortado. Ahora entiendo que la agitación fue realmente una antesala a
la experiencia de estar con miles de otros desnudos.

A las 4:30 am y completamente vestidos nos sentamos a esperar el sol. Dos
horas después seguía llegando gente. Estábamos contentos y dispuestos a
sentir.

Cuando nos pidieron desnudarnos por un altavoz, todos gritamos como niños de
kinder cuando llega el momento emocionante. Dejamos las ropas justo debajo
de nuestros pies y caminamos a la plancha. Dispersos sobre el Zócalo ya no
se escucharon las instrucciones así que hicimos lo que el de enfrente.

Caminando en medio de otros cuerpos desnudos, me sorprendió el color café
con leche, las sonrisas puestas y las miradas claras. La sensación fue
parecida a la vibración de las cuerdas de una guitarra. Reverberación y paz.
Parecía una ida a Chapultepec con la diferencia de que el respeto por el
cuerpo vecino era total. Nadie se acercaba más allá del espacio vital del
otro. Curioso que la convención textil de todos los días nos permita
tocarnos, apretujarnos, empujarnos, pero este día no fue convencional.

Al mismo tiempo que posaba muy obediente, la gente gritaba porras, chistes y
consignas. “Norberto Rivera, el pueblo se te encuera”, “Voto por voto,
casilla por casilla”, “Ni una muerta más, ni una muerta más”. Nada era dicho
en serio, pero la verdad de un pueblo también fue a desnudarse esta mañana.
Hoy, 20,000 mexicanos fuimos cómplices anónimos de una victoria disimulada.
La de reclamar como propios, una Ciudad y un cuerpo.


Cuando la sesión de fotos terminó nos pusimos la ropa, casi con reverencia,
y nos alejamos del Centro por una calle repleta de personas pensativas y
satisfechas.

Y todo lo que hicimos fue,
dejarnos ver.

Un lunar en el dedito del pie

Marzo 2007
Nunca había entendido el fetiche por los pies, hasta que me probé unas sandalias de tacón alto. Son, por decir lo menos, deliciosamente obscenas. No es estar descalza. Hay algo con el arco del pie doblado a su máxima expresión y dos tiritas sadomasoquistas sujetando los dedos. Algo con la suela apretándose ondulante contra la planta del pie. Y todo ahí, a la vista de el del asiento de al lado, en la misa de la boda del sábado.

De niña nunca quise usar zapatos que no me cubrieran los dedos, imagino que no eran óptimos para trepar árboles, pero ahora entiendo que también era por un pudor muy mío.

Mañana usaré sandalias por primera vez, mañana caminaré por ese salón con mi vestido rojo y los pies desnudos, diez centímetros de puntitas.

En el fondo aún espero nadie note mi pequeño lunar, en mi pequeño dedo medio, de mi pequeño pie zurdo.

Día ideal. Vidas pasadas.

03 de julio de 2006
Durante los últimos 3 años he escrito en un cuaderno de hojas recicladas y lomo de piel de Yak, que guarda todos los hallazgos del mapa interno dignos de ser anotados. Cuando lo termine, voy a ir a Nepal.

Ayer decidí que después de tantas anotaciones e ideas era hora de armar el esqueleto de un plan. En este cuaderno he podido por fin anotar un día ideal.

Escribí que mis mañanas las decido temprano con la piel reluciente de penumbra, que mis minutos de modorra son míos recostada a pierna suelta en un futón perfectamente inmenso para mi constitución pequeña y firme. Decido abrazar apretado a mi hombre, haya o no despertado y decido quedarme ahí suspendida de los segundos donde me siento joven y vieja a su lado.

Decido colgarme la ropa suelta, caminar por la calle a la yoga y regresar satisfecha del abrazo amoroso a mi misma. Mis regaderazos los decido tibios y sin detalle, mis desayunos carbohidráticos, mis viajes al trabajo en trance. Mi día laboral lleno de agua, caminatas a la terraza y recetas médicas a los problemas del día. Mi comida de lechuguitas como la tortuga de Mafalda. Mi tarde la decido de lecturas y de asuntos autómatas del trabajo. Si el día se porta mal, saldré temprano y caminaré, solo para recordar que las piernas me funcionan.

Me gustaría empezar la noche acelerando las neuronas unos días, mi ritmo cardíaco otros, o ambos al mismo tiempo, pero todavía no decido qué hacer para lograrlo. El final del día siempre será el mismo: conversación y una cena preparada por un chef autodidacta y una entusiasta pinche.

Ayer me percaté del absurdo de dejar para casi nunca, las cosas que más amo hacer. Con un plan bajo el abrazo, fui a votar y dos cuadras después, fui a pagar mi mes de yoga a las 7 de la mañana.

viernes, 2 de abril de 2010

23

¿Por qué estás tan solo? Le pregunté.
Me dijo, nunca he sabido.
Ay de mí, solo y sin saber.
Me dijo, ay de mí, solo con mi saber.
Lamentos de viejo y apenas veintitrés.
Años, caminos que antes del útero, ha recorrido.