martes, 8 de mayo de 2007

Ensayo para errar

Si la humanidad va a algún lado, ése lo dictan los que se equivocan. Los que se ponen a prueba constantemente, los que toman decisiones. Para ellos la irremediabilidad de la insatisfacción proporciona, en su absurdo, la satisfacción de saberse insatisfecho... y muerto. Por eso se atreven... y crean.

Confrontan la ironía de la piel que teme ir al origen-fin-ombligo como serpiente que se come la cola. Se detienen a ver las escamas una a una, siguen su trayecto geométricamente orgánico, van como corderos a su destino pero ”accidentalmente” equivocan el camino para sentir el placer macabro que los detiene de saber la verdad de la carne finita.

Mienten la dulce mentira del tiempo. La mentira placentera, la que al fin y al cabo no miente del todo porque no es la vista limpia de la propia muerte la que se acerca más a la visión de La Verdad, sino como dice el maestro, La Verdad se esconde tras la vista amodorrada, con velo de lagañas y lágrimas.

En el trayecto sin piedad hacia la muerte como única manera de conseguir eso que nos es arrebatado, el sentido, la respuesta, la completud, cualquier respiro es un error. Caminemos pues al patíbulo miopes, modorros, torpes, defectuosos.

Vivamos equivocados. Demos saltitos erráticos, en ocasiones cuánticos.
Equivocarse es esperar lo inevitable en un acto de insurrección.

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