sábado, 3 de abril de 2010

Un lunar en el dedito del pie

Marzo 2007
Nunca había entendido el fetiche por los pies, hasta que me probé unas sandalias de tacón alto. Son, por decir lo menos, deliciosamente obscenas. No es estar descalza. Hay algo con el arco del pie doblado a su máxima expresión y dos tiritas sadomasoquistas sujetando los dedos. Algo con la suela apretándose ondulante contra la planta del pie. Y todo ahí, a la vista de el del asiento de al lado, en la misa de la boda del sábado.

De niña nunca quise usar zapatos que no me cubrieran los dedos, imagino que no eran óptimos para trepar árboles, pero ahora entiendo que también era por un pudor muy mío.

Mañana usaré sandalias por primera vez, mañana caminaré por ese salón con mi vestido rojo y los pies desnudos, diez centímetros de puntitas.

En el fondo aún espero nadie note mi pequeño lunar, en mi pequeño dedo medio, de mi pequeño pie zurdo.

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