lunes, 20 de julio de 2009

Escena

Dios te salve María, dijo mientras vaciaba el cartucho del revólver en el cuerpo del hombre. Llena eres de Gracia, cuando se acercó a contemplar su rostro sin vida. El pasado la golpeó entera. El ultraje, la inocencia perdida, la promesa de venganza que hizo a este hombre ahora sin vida; no me mates, juro que rezaré por ti toda mi vida. Y lo cumplió.

La muerte le sienta bien. Los ojos le brillan más profundamente y aligeró la mueca que le acompañaba siempre. Eran las seis de la tarde.

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